jueves, 15 de octubre de 2009

Bandido después de Canica

Bandido y yo jamás hemos tenido una buena relación, en primer lugar porque ni siquiera es mi perro. Hace como 13 o 14 años, mi hermano llegó a casa con un cachorro tierno y angelical, con la intención de que éste se quedara en casa y llenara el vacío que había dejado el Golfo (un perro que vivió como 15 años), que había muerto tiempo atrás. Aunque la negativa de mi madre fue, en su momento, férrea e inflexible, terminó por ceder. Todo habría salido de maravilla de no ser porque Bandido tiene un muy mal genio. Yo tenía como 7 años cuando, en una de mis múltiples aventuras que me engendraba mientras jugaba solo, se me ocurrió acariciar al simpático Bandido mientras éste comía su cena. Aquí es necesario aclarar lo siguiente:

1) Nadie me dijo que a los perros no se les molestaba mientras comían.
2) Nadie me dijo que a los perros corajudos no se les molestaba mientras comían.

Total, desde ese momento, el Bandido y yo no podemos mirarnos si no es con cierto resentimiento. A pesar de eso, y con el paso del tiempo, el Bandido fue adquiriendo un aparente buen carácter, y ladraba solamente cuando alguien desconocido se asomaba a verlo o cuando tenía hambre, generalmente a partir de las ocho de la noche. Sus ladridos se calman con un gesto simple: tomar una cubeta (o balde) vacía y hacer un ademán como el que se hace cuando se arroja agua. El Bandido tiene un miedo inconmensurable al agua, puesto que nunca en su perruna vida ha tomado un baño. La lluvia no cuenta.

Bien, hasta este momento, Bandido había llevado una vida senil con suma tranquilidad. Es entonces cuando entra en escena Canica, una simpática Chow Chow pelirroja, que es también de mi hermano* y que es orgullosamente tapatía. Es fácil tomarle cariño a Canica puesto que es muy amigable, y posee un miedo inexplicable a las sombras de la gente. También es bastante entretenido jugar con ella a la pelota, puesto que se emociona demasiado y comienza a dar vueltas por el patio sin detenerse. La última vez conté 17 vueltas. Cuando uno sale al patio se encuentra con que Canica no se le quitará de encima para nada. Y cuando digo "encima" lo estoy diciendo enserio. Pero es difícil enojarse con Canica. Muy, muy difícil. Bien, repito, hasta este momento todo está bien. Sin embargo, tomemos algo en cuenta. Bandido es macho, Canica es hembra, conviven en el mismo patio...

Bien, Bandido siempre ha vivido confinado a un pequeño sector del patio que está detras de un cancel. Ha vivido allí durante aprox. 14 años, soportando fríos, tormentas y calores extremos. Cuando se tira el agua del aljibe, siempre, siempre caerá sobre Bandido. Cuando la gente pasa al lado de su puerta, Bandido se ve en la penosa necesidad de ladrar hasta desfallecer. Una vida dura, que Bandido ha sabido llevar con eficiencia. Pues bien, como ya mencioné, Canica corre libremente por todo el patio. Libre, sin ataduras. Puede hacer uso de las áreas verdes, puede entrar al cuarto de lavado, puede tirarse al sol, junto a la pared... Pero lo chistoso de esto es que Canica prefiere hacer sufrir al pobre perro viejo.

Desde que Canica llegó, al pobre Bandido se le ha ido el tiempo ladrando hasta el punto de chillar. Llora simplemente por ver a Canica corriendo por allí, con toda su peluda presencia. ¿Quien de ustedes no lloraría al ver a una persona del sexo opuesto, desnuda, joven, corriendo frente a ustedes día tras día, sin poder tocarla siquiera? Uno de los pasatiempos preferidos de Canica es ponerse de espaldas a Bandido y quedarse así unos minutos. Luego se pone frente a él y simplemente lo observa, mientras el pobre viejo se deshace con lloriqueos. Es una escena conmovedora. Los ladridos de Bandido están llenos de desesperación y lujuria, y Canica simplemente lo ve...



*Mi hermano ha traído dos perros a casa, venciendo el "No" rotundo de parte de mi madre. Así también entró Manchas, otra perrita que vive en la cochera, mi hámster y mis tres tortugas. También tuve una rana. Mi papá cuidó de un lagartijo moribundo durante algunos días, a pesar de que mi madre le advirtió que sacara prontamente a ese animal de la casa. Qué te puedo decir, mi granja de cochinillas, un escarabajo, 2 lagartijas, 4 caracoles, un pececito...

domingo, 11 de octubre de 2009

Aplacatuila

Yo aprendí a manejar en un vochito rojo, en el cual me iba a practicar a las, en aquel entonces, nuevas colonias de Lagos en construcción, a donde nos llevaba mi tío Peri a mi hermana y a mi.

El tío Peri era el maestro oficial de manejo de la familia, mis hermanos y la mayoría de mis primos aprendimos a manejar con sus clases, en realidad sus clases no eran excepcionales, su gran virtud era tener mucha paciencia y serenidad, lo que generaba la confianza en ti y te ayudaba a perder el miedo a que el carro se te apagara en cualquier momento. Con el plus de que si el tío Peri te daba el visto bueno, tu papá tendría la confianza de prestarte el carro sin supervision alguna.

Lo más curioso del asunto es que en realidad el tio Peri no es un ejemplo de prudencia al volante, si bien si sabe manejar muy bien, sus prácticas de manejo son un tanto bruscas y atravancadas.

Recuerdo infinidad de veces que por alguna razón me tocaba viajar con mis tíos, ya fuese que lleváramos a mi abuelo al rancho, a la huerta, o simplemente de paseo, siempre en el camino escuchaba decir más de una vez a mi tía Pita, su esposa, la frase que en mi niñez me parecía incomprendible, pero que identificaba perfectamente como una señal de cuidado.

Siempre que un peatón salvaba de ser arrollado por mi tio o un "bruto cabezon" se nos atravesaba en su camioneton o un nuevo bache aparecia en nuestro camino, mi tía Pita enjundiosamente decía: Jesucristo Aplacatuila!

Durante años supuse que Aplacatuila era un lugar o un pasaje de la biblia en el que Jesús habia librado algún peligro y había salido milagrosamente ileso de éste.

Así que felízmente repetía la frase habiendome convencido de que su significado era ése y era idónea para ser usada siempre en momentos de peligro.

Tiempo después, supongo que por los años ganados en edad, mi tía Pita fue perdiendo velocidad y enjúndia al pronunciar su famosa frase, hasta que llegó el día en que, acompañando a mis tíos a una comida en el rancho, un conejo se nos atravesó rápidamente obligando a mi tío a volantear para evitar pasarle por encima, movimiento que ameritó, casi automáticamente, la reacción pronta, pero no veloz ni enjundiosa, de mi tía, a quien, en aquella ocasión, claramente escuché decir: Jesucristo aplaca tu ira!

Sin embargo, muy adentro de mi, sigo pensando que Aplacatuila es un lugar o un pasaje bíblico que la historia no nos ha contado aún.

jueves, 1 de octubre de 2009

Aljibe


Ese aljibe es legendario para mí.