martes, 30 de junio de 2009

El niño y la estrella

La casa de mis padres ha cambiado un poco en comparación a mi infancia.

De niño mi casa tenía dos jardines frutales que contaban con un par de duraznos (uno macho y otro prisco), una higuera, un naranjo agrio, un limón, un manzano y un nopal que nunca dió tunas.

Los duraznos nunca se cansaron de dar frutos, el macho daba pequeños duraznos rojizos de excelente sabor con un hueso muy pegado a la carnita, en cambio el prisco daba duraznos muy grandes amarillentos con el hueso despegado que solitos se caían del arbol.

Creo que los duraznos y la higuera fueron los primeros en irse, despues les siguieron el naranjo y el limón, finalmente el nopal, y ahora solo queda el manzano, en medio de dos patios, luchando por sobrevivir.

Dado que dicho manzano es muy especial, no voy a ahondar en ese tema mucho ya que merece su propio post, incluso alguien diría que su propio blog.

No solo los jardines han cambiado. El comedor de mi infancia ahora es una sala/estudio, la cocina se volvió el comedor y ahora la cocina se encuentra donde durante toda mi infancia fue mi lugar favorito: la salita de la tele.

La salita de la tele estaba conectada a la cocina por una puerta de vaiven café oscura que no tengo idea como sobrevivió a tantos y tantos golpes.

En ella se encontraba la mejor herramienta de juego que jamás pudimos haber tenido mi hermana, mis primos, mis amigos y yo. Desgraciadamente creo que mi hermano ya no pudo disfrutar de ella. La mesita/escondite/castillo/guarida/cueva/escritorio/baul/tarima/escalera que diseñó mi papá.

También en dicha salita de la tele se encontraba, obviamente por como su nombre lo indica, la tele, que en aquellos tiempos, eramos afortunados por tener tanta variedad de canales, como el 2 de las novelas, el 4 de guadalajara, el 6 de sixto, el 5 de las caricaturas, el 11 que a veces tambien pasaba caricaturas y el 13 que mas bien eran programas aburridos. Nosotros no eramos lo suficientemente ricos como para tener una antena parabólica y disfrutar de mas canales y el servicio de cable ni siquiera existía.

Gracias al canal 2, descubrimos la mejor pelicula de todos los tiempos: El niño y la estrella. Prácticamente la pasaban cada 3er domingo, pero no era suficiente para nosotros, asi que la grabamos de la tele y la poníamos una y otra vez, hasta conocer los diálogos de pies a cabeza.

Yo entonces creía que era la película más popular de todos los tiempos y que si gritaba "voy volando tataaa" todo mundo sabría de que estaba hablando.

Luego llegue a Guadalajara y lo hice... grité "Voy volando tata" y nadie supo de que hablaba... al parecer el canal 2 no era tan popular acá... o mis amigos si eran riquillos y tenían antena parabólica.

Pregunté y pregunté y nadie conocía dichosa película... quise demostrarlo en internet y no hubo rastros de ella... Yahoo no la encontraba! (en esos tiempos Yahoo era el que rifaba)

Llegue a dudar de su existencia, ni siquiera televisa tiene algun registro en su página, sería que todo me lo había inventado??? Y si tampoco Hugo y su libro de piedra existían??

Recorri mixups, bluckbusters, videopatitos y hasta bibliotecas y nada ni un solo rastro de ella.

Recurrí a mis padres con desesperación y me tranquilizaron un poco, la pelicula si existió y si la veíamos como locos, mejor aún ellos tenían una evidencia tangible: Un cassette BETA con la pelicula grabada de la tele!!

Dónde demonios podría conseguir una videocassetera BETAMAX!! aun estaba en apuros para resolver mi problema y dejar de volverme loco y poder demostrarles a mis amigos que la pelicula existía y era toda una pieza de arte.

Me olvidé del tema por unos años, quizas resignado a haber perdido ese capítulo de mi infancia, hasta que escuche que en el cine estaban exhibiendo un remake de "El libro de piedra"! otra película de mi infancia que suponía tambien inexistente. Entonces recordé una vez mas a mi película añorada y fui a Google seguro de que éste si tendría las respuestas.

Nada o muy poco, algun sitio como imdb o amazon por fin hablaban de ella, pero ni una imagen ni nada.

Triste me di por vencido.

Mi colección de peliculas siempre estaría incompleta.

Antier, buscando como comprar los mapas de México para mi gps en walmart.com, la pagina gringa, se me ocurre buscar, el niño y la estrella.

Hoy llegarán los 2 dvds que encargué en envío express del día siguiente, no podía esperar más...

martes, 23 de junio de 2009

El río más rentable del mundo


Así se ve el Río Lagos cuando alguien decide instalar una feria de juegos mecanicos sobre su lecho árido.

lunes, 22 de junio de 2009

Trompo



Tenía más o menos unos 11 años aquella vez que la necesidad me orilló a pedir dinero prestado al por mayor. En ese entonces estaba en Sexto de primaria, esa etapa maravillosa en la cual uno sobrevive con la módica suma de 10 pesos diarios. En los días más afortunados, incluso regresaba a casa con 2 o 3 pesos que se iban directo a la alcancía, esperando algún día juntar el dinero suficiente para comprar algo extravagante e inútil. Eso incluye a cualquier clase de objetos, exceptuando, por supuesto, a la vestimenta. No iba a gastar mis ahorros en calcetines.

Cierto día, arribó a la escuela una comitiva de señores armados con cajas, pancartas y bolsas, dispuestos a apoderarse de nuestro inocente poder adquisitivo. Iban uniformados, con gorras de colores y playeras con un logo bastante impresionante, de esos que tienen letras mayúsculas en colores vivos y cegadores, y llevaban en el rostro unas sonrisas fingidas que provocaban ligeros escalofríos, casi como una versión light de Eso, el payaso.

-Que querrán ellos?- me preguntó un amigo, mientras nos acomodabamos en la fila para regresar al salón.
-No sé, pero chance y perdemos una clase- respondí.

Ellos armaron todo el escenario. Pronto nos percatamos de lo que nos querían vender. Trompos, un montón de trompos multicolores, multifuncionales, de nueva generación. Yo pensé: "en mi casa hay un par de trompos de madera que algún día fueron de mi hermano, para que quiero un trompo nuevo?". Lo cierto es que, a pesar de que la oración era verdadera, y de que esos trompos de madera llevaban ya un buen rato empolvados en un rincón, jamás había tenido la suficiente curiosidad como para tomarlos y tratar de adivinar su funcionamiento.

Así pues, los señores fueron a nuestro salón y nos invitaron cordialmente a observar el show que amablemente habían preparado para nosotros y para nuestros bolsillos.


"Nos van a vender unos trompos", "ya viste que chidos están?", "yo voy a comprar dos", eran algunas de las frases que se murmuraban por ahí entre el público asistente. Yo seguía en mi plan de austeridad y no planeaba invertir mis 5 pesos restantes en un trompo que no sabía usar y que probablemente no cambiaría mi vida de forma sustancial. Ésta actitud cambió cuando el show comenzó y aquellos señores, quienes ya sobrepasaban los cuarenta años de edad, mostraron truco tras truco, maniobra tras maniobra con esos trompos. Yo me quedé estupefacto. Sabía que, ahora sí, quería un trompo, y lo quería en ese mismo instante.

Tener un trompo se convirtió de pronto en un símbolo de estatus, poder, fuerza e inteligencia entre nosotros, quienes no pasabamos de los 12 años de edad.

Había pues, un ligero inconveniente, y es que me hacían falta 10 pesos para completar mi meta: adquirir un trompo y ser influyente.
El show terminó e inmediatamente todos mis amigos desembolsaron el botín. Las monedas sonaban dentro de las manos de todos, algunas caían al piso y eran tomadas por carroñeros. Yo, en cambio, inicié una frenética búsqueda. Alguien debía tener dinero extra en su bolsillo, así que no quedaba más que pedir prestado, con el fin de hallar algún piadoso que tuviera la bondad de patrocinar mi entrada a la élite de jugadores de trompo.

Despues de un rato de buscar, encontré a 2 prestadores, amigos míos, quienes me otorgaron los 10 pesos que me hacían falta, y a quienes prometí saldar la deuda lo más pronto posible. Compré el trompo. Era de color azul y tenía una cuerda negra. Casi temblaba de la emoción cuando lo amarré por primera vez. Coloqué cuidadosamente la cuerda entre mis dedos, me puse en una pose amenazadora, con el pie izquierdo adelante y el brazo derecho listo para lanzar mi poderoso artefacto azul. Lo lanzé y lo vi bailar durante 10 segundos, hasta que de manera súbita apareció una manada de niños salvajes (sumidos en el frenesí provocado por sus nuevos trompos) quienes atropellaron a mi pobre trompo de plástico, dejándolo malherido y casi inservible. Me dió tanta tristeza que lo guardé en mi mochila y jamás lo volví a usar. Desde entonces la vida me parece algo injusto y cruel.

Luego recordé que debía 10 pesos, mismos que terminé de pagar unas semanas más tarde, haciendo gestos de sufrimiento cada que veía a mis manos entregando las monedas a otras manos más afortunadas. Había tenido mi primera experiencia desafortunada con un trompo y con el sistema de pago a crédito .

Ahora que lo recuerdo, creo que todavía le debo 4 pesos a uno de ellos.

viernes, 19 de junio de 2009

Link

http://yvettesbridalformal.com/index.htm
Mi web favorita...

Escalofrío...

Tengo la pésima costumbre de recoger hojas de papel por la calle, una sucia y puerca costumbre nada bien vista en tiempos de influenza y demás virus inventados. El voyerismo me domina al ver una hoja arrugada con señas de contener alguna nota, no puedo evitar agacharme a tomarla, desarrugarla y escudriñar paso a paso lo que en el papel se incluye. Y quizá suene similar a lo que se cita (según recuerdo) en la nausea de Sartre, pero lo que me arrojo a escribir sobre esto es lo que sucedió el día de ayer. En la caminata de rutina al trabajo justo antes de llegar al Café Baray , encontré una hoja doblada en cuatro, debajo de la llanta trasera de una pick up amarilla. Estoy seguro que sonreí al verla. Prosiguió el proceso de costumbre: agacharme, soplar un poco para retirar el polvo del papel, desdoblar (en este caso). El papel estaba atascado de "bocetos" de mi propia firma, pero apócrifa y de una caligrafía torpe y temblorosa. Arrugue la hoja y la guarde en la mochila...la sonrisa se convirtió en una mueca de espanto, un escalofrió y un caminar nervioso y paranoide que me llevo hasta mi destino.